Bienvenid@s. Esta es solo otra forma de comunicación. Quisiera que sientan que la espiritualidad trasciende las cosas materiales y se erige por encima de ellas, como una forma hermosa de sanar y alejar males visibles e invisibles, afianzando la tranquilidad y las alegrías. Espero vuestros comentarios para contestarlos y aunque no escriban, de seguro me llegará la belleza inmaterial de los corazones amigos. ¡Viva por siempre la esperanza! ¡Axé de Luz!
miércoles, 30 de julio de 2025
LIBRO DE SIMPATÍAS Y OTROS DE SUSANA ANDRADE
domingo, 27 de julio de 2025
AYUDA ENERGÉTICA - RITOS- LIMPIEZAS ÁURICAS

LA MAGIA ES POSIBLE DESDE LA FE:
FUERZA ANCESTRAL - TOTAL RESERVA
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email: maesusana@yahoo.com
Cel 099215451
ATENCIÓN PRESENCIAL O A DISTANCIA
miércoles, 23 de julio de 2025
ETNOEDUCACIÓN AFROCENTRADA
La espiritualidad afro toma un rol preponderante en la construcción colectiva decolonial actual por su poder contra hegemónico.
Porque nos enseñaron a desconocer nuestra raíz espiritual milenaria africana y originaria para debilitarnos como comunidad. Quisieron matar nuestro espíritu, porque los cuerpos los precisaban para ser explotados. Pese a todo no pudieron completar el etnocidio, el asesinato epistémico, aunque permanece la violencia simbólica estructural que nos rodea. Y en el caso de las religiones de matriz afro, nos damos a conocer siempre defendiéndonos, casi nunca podemos contar nuestra historia real, nuestro propio relato.
No sólo tenemos alma, sino filosofía religiosa original, una identidad que se refleja también en la forma de interpretar el mundo y sus misterios visibles e invisibles. Somos religiosidad étnica de las que hay pocas en el mundo. Una riqueza cultural perseguida y depreciada en contextos capitalistas consumistas, por su generosidad y abundancia de buenas prácticas comunitarias, basadas en la tradición de veneración y cuidado a las fuerzas de la naturaleza.
Se precisan muchas instancias afrocentradas y etnoeducativas porque estas cuestiones no se aprenden en la educación pública que enseña dioses griegos, nunca Pachas Mamas ni Orixás. Es necesario deconstruir el pensamiento hegemónico, para construir un futuro plural sostenible, descolonizando el conocimiento y garantizando DDHH para nuestra negritud afrodiaspórica.
“Atabaque" es un término bantú, que alude genéricamente al tambor ritual africano llegado con la trata esclavista. Atabaque como agrupación, nace en Uruguay de una necesidad social aunque en ese momento no lo supimos. Y como toda llamada de tambor; es resistencia, identidad y fuerza. Una organización cultural, política y religiosa afroamerindia que trabaja en la sociedad uruguaya por un país sin exclusiones, abriéndose paso entre los estigmas desde 1997.
Entre los objetivos está reivindicar la sabiduría y legado ancestral de las poblaciones originarias, creencias sustentadas en la Naturaleza que son nuestros Orixás, predicar la libertad y justicia social entre los seres humanos, y promover la diversidad cultural como riqueza, por una sociedad pluri étnica, multicultural y antirracista.
Un escenario donde se respeten todas las identidades, especialmente las que son raíz: pueblos originarios, africanos y afrodescendientes, históricamente violentados por el poder invasor dominante blanco hegemónico de matriz europea.
Hemos contribuido con compromiso militante, a la dignificación de la religión Umbanda y Cultos Afro, enarbolando nuestra lucha como parte de la herencia africana, enfrentando cotidiana y normalizadamente la burla, el desprecio, y los prejuicios. Estereotipos e intolerancia que perviven bajo nuevas formas; a pesar de la militancia de tanta gente, durante tantas décadas. Y aunque hayamos logrado leyes que penalizan los actos de odio en razón de la fe.
Un ejemplo importante: a fines del 2023 Atabaque realizó un Informe Alternativo a Naciones Unidas por el crecimiento de ataques a cultos afro en frecuencia y en violencia con denuncias comprobadas mediante expedientes. En un hecho inédito, el Alto Comisionado de DDHH en Ginebra envió recomendaciones al Estado uruguayo, señalando la obligación de los gobiernos de garantizar el derecho de culto y la no discriminación hacia la religiosidad afro. A raíz de esto, la INDDHH nos brindó un espacio de trabajo para bajar a tierra dichos aportes y presentarlos al Gobierno a la brevedad.
A lo largo del tiempo hemos tenido incidencia en varios textos de leyes, más que nada en los aspectos educativo y cultural, buscando salvaguardar las expresiones tradicionales africanas e indígenas, siendo parte por ejemplo, de la primera integración de la Comisión contra el Racismo, Xenofobia y todo tipo de Discriminación que existe en nuestro país a nivel nacional, siempre en defensa de la libertad de cultos constitucional e internacionalmente consagrada.
En el 2009 fue posible incidir en un texto legal actualmente vigente, que permite ejercer de derecho la faena ritual de animales comestibles, que de lo contrario estarían prohibidas. Logramos la excepción en el Art3/18471.
Luchamos contra el racismo religioso consecuencia del racismo estructural, promoviendo la presencia de cultos de matriz afro en ámbitos del quehacer cívico y como parte de la macro identidad uruguaya, incluso tuvimos presencia parlamentaria en dos legislaturas, en un hecho político inédito en nuestro medio.
Accionamos ante el Ministerio del Interior logrando la destrucción de los llamados Permisos de Jefatura; registro inconstitucional de templos de Umbanda y afines instaurado en dictadura, que siguió luego de ésta propiciando aun en democracia; acoso policial, criminalización y clandestinidad de los terreiros.
Llevamos el Diálogo Interreligioso Uruguayo a ámbitos del Mercosur durante la Presidencia Pro Témpore de nuestro país siendo facilitadores.
Desde los comienzos, establecimos vínculos de intercambio fuertes con la militancia afrodescendiente organizada, logrando intra colectivo, la comprensión acerca de que los cultos son parte sustancial de la cultura afro, la esencia. Por eso incluso fueron demonizadas las creencias y rituales nativos y africanos, por su poder de relisiencia, emancipación y empoderamiento.
Dato interesante: Cuando surge Atabaque, no era frecuente que militantes afrouruguayos se reconocieran religiosos afro, basta ver las actuaciones de los colectivos negros de otras épocas que en su mayoría no defendían el culto como cultura. Las lideranzas afro no declaraban su religiosidad de cuño africano abiertamente, si es que la tenían. La autocensura funcionó allí, útil al racismo estructural; ser afroumbandista, ser “macumbero” se percibe socialmente menoscabante, asociado a magia negra o brujería, con la palabra “macumba” usada como insulto en el imaginario social. Prueba de que los cambios culturales no se decretan por ley y son procesos lentos, hijos de luchas interminables.
Y atención; No decimos que sea obligación ser de religiones afro por ser afrodescendientes, sin embargo, es derecho humano conocer y reconocer la historia y memoria ancestral completa. De los barcos negreros no bajaron evangélicos ni católicos nuestros abuelos y abuelas africanas, traían sus propias creencias lo único que les dejaron, legado espiritual generoso para la humanidad.
Desde una educación no formal, afrocentrada y con la espiritualidad como eje pedagógico, Atabaque ha promovido una visión educativa que reconoce las raíces africanas e indígenas como parte esencial de la macro identidad uruguaya. También hemos abogado por la inclusión de contenidos sobre tradiciones sagradas afroamerindias en las currículas de enseñanza pública, lo cual habilita la ley de educación pública vigente. Sólo que nunca hay presupuesto para estos temas siempre desplazados, qué casualidad.
Enseñar los orígenes en forma integral, focalizando en poblaciones subalternizadas incluyendo el corazón de las culturas que es su convicción religiosa, es una forma de recuperar las raíces invisibilizadas de la Historia y por ende, un aporte necesario para una mejor democracia.
Basta de modelos impuestos, hoy asistimos a un cambio de paradigma, es hora de descolonizar el conocimiento y usar el poder de la palabra para llamar a nuestras verdades por su nombre. son insumos para la fase reparatoria que avisoramos, y que más que urgente; es una emergencia. ¡AXÉ!
Susana Andrade
domingo, 6 de julio de 2025
AYUDA ASTRAL, RITOS ESOTÉRICOS, ENERGÍAS
LA MAGIA ES POSIBLE DESDE LA FE: FUERZA ANCESTRAL - TOTAL RESERVA
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CULTOS AFRO Y LA UNIÓN AFRICANA
Un llamado a la Reconexión Espiritual, Política y Transcontinental
Los cultos afro en América Latina -Candomblé, Umbanda, Batuque, Santería, Palo Monte, Ifa, Kimbanda entre otros- son más que expresiones religiosas: son territorios simbólicos de resistencia, herencia viva del África ancestral y respuesta cultural a siglos de colonización, esclavitud y silenciamiento. En cada tambor que suena, en cada ofrenda a los orixás, inkisis, o loas, se afirma una identidad que ha sido negada, perseguida, torturada, invisibilizada, y a pesar de eso nunca se extinguió.
La Umbanda, religión afroamericana legendaria con su impronta afrobrasileña, es manifestación viva de la resistencia espiritual y cultural de los pueblos afrodescendientes, herederos del legado ritual milenario de las víctimas del tráfico humano. En su sincretismo se entretejen elementos del Africanismo, Cultos Indígenas, Espiritismo Kardecista y Cristianismo, aunque su raíz profunda se adentra en el continente negro: en sus orixás resuenan los ecos de los ancestros esclavizados, de los pueblos yoruba, bantú, yeye, y otros que, arrancados de la Tierra Madre, supieron preservar en América sus cosmovisiones, saberes y ritos ceremoniales.
En este contexto, la noción de la Sexta Región de la Unión Africana -que reconoce como parte del cuerpo político y cultural del continente a la diáspora africana esparcida por el mundo- cobra especial relevancia. No se trata únicamente de religiosidad ni de una reivindicación identitaria, sino de un factor sociopolítico determinante para articular la memoria, el derecho a la reparación y el protagonismo de los pueblos afrodescendientes en el diseño y construcción de un futuro compartido y auténtico.
Lo Afro Sagrado en su esencia inclusiva, profundamente humana y ecológica, puede y debe vincularse con esta iniciativa de plataformas políticas reparatorias en términos de equidad racial.
Las comunidades afro religiosas, desde América Latina y el Caribe, tienen el deber histórico de reconocerse como parte activa de la diáspora africana. Sus prácticas litúrgicas, su ética de justicia y veneración a la naturaleza, y su mensaje de respeto a la diversidad humana y sus mundos no visibles, son aportes significativos a un proyecto de unidad transcontinental.
Articular cosmología afro con la Sexta Región, es afirmar que la espiritualidad también es política. Es tender puentes entre continentes, visibilizar los aportes africanos a nuestras sociedades, y hacer del culto una forma de diplomacia cultural. Es una oportunidad de reconexión con África no solo como pasado, sino como presente transformador y destino compartido.
Hoy más que nunca, los terreiros deben ser también espacios de conciencia panafricana. Porque, como nos enseñan los Orixás, no hay espiritualidad sin justicia, ni libertad sin memoria. En ese marco, la propuesta de la Sexta Región de la Unión Africana representa una posibilidad histórica: pues por primera vez, la diáspora africana global es valorada como parte estructural del continente madre. No como un apéndice, sino como una región más; con voz, con agenda, con derechos. Este reconocimiento interpela directamente a las comunidades practicantes de religiones afro en regiones caribeñas y en las américas invadidas, que han sido guardianas silenciosas de un legado espiritual que une continentes.
Integrar los cultos afro al proyecto político de la Sexta Región, implica entender que la espiritualidad también construye ciudadanía y pertenencia. Estas filosofías del mundo trascendente y sus expresiones de fe basadas en las fuerzas naturales, no son sólo acervo de tradiciones religiosas: son parte de una diáspora con historia, con memoria colectiva y con un papel activo en la construcción de puentes entre África y sus hijos dispersos.
En lenguaje institucional; la Unión Africana (UA) creada en el 2002 como sucesora de la Organización para la Unidad Africana (OUA), está compuesta por los 55 estados miembros que conforman el continente africano pensado en cinco regiones geográficas. Estos países trabajan juntos para abordar desafíos comunes como la paz y la seguridad, el desarrollo socioeconómico, la gobernanza y los derechos humanos. Esta integración responde a la necesidad de los países africanos de fortalecer la unidad y la cooperación, superar las divisiones históricas y las provocadas por los poderes coloniales capitalistas, descolonizar las mentes y las realidades y promover la solidaridad entre los estados, avalar el desarrollo impulsando el crecimiento económico y social del continente a través de la cooperación en comercio, educación, salud y otros sectores. También busca garantizar la convivencia y el equilibrio socio económico trabajando para prevenir y resolver conflictos, promoviendo la estabilidad en la región. Abordando metas comunes, actuando como plataforma para que los estados miembros puedan enfrentar de manera conjunta los conflictos que afectan a todo el continente, como el cambio climático, la pobreza endémica y las enfermedades.
La «Sexta Región» de la Unión Africana refiere a la Diáspora Africana, es decir, las personas de origen africano que viven fuera del continente, reconociéndola como una extensión del continente, unificándola bajo un mismo proyecto político y cultural. Una visión de desarrollo y unidad afrocentrada, un reconocimiento de los lazos culturales, históricos y políticos que unen a las personas de origen africano en diferentes partes del mundo. En resumen; es una plataforma para la acción común, buscando la unidad, el desarrollo, la armonía y la confianza en el continente.
Visualizando que dividirnos también fue y es una estrategia política supremacista de destrucción para la fácil depredación de las riquezas territoriales y de nuestras gentes.
La UA considera a la diáspora como un recurso valioso y una oportunidad para la participación en el desarrollo del continente. Engloba a personas de origen africano que residen en otras partes del mundo, independientemente de su ciudadanía o nacionalidad. El reconocimiento de la diáspora como Sexta Región, busca fortalecer la participación en los órganos y actividades de la UA, así como fomentar su implicación en el desarrollo de África.
Hoy, en un contexto de creciente racismo estructural y neocolonialismo cultural, los cultos de matriz afro pueden ser vehículos de empoderamiento, diálogo y soberanía emocional. Reconocerse como parte de la Sexta Región es recuperar la dignidad robada, es asumir una posición de interlocución con África, y es consolidar un eje espiritual-político que reivindique la cultura negra no solo como pasado, sino como proyecto de futuro con espiritualidad, identidad y una política transcontinental que nos hermane en las reivindicaciones y en las propuestas.
África es la Madre que nos llama, no solo con la sangre, sino también con la fe. Los cultos afro, perseguidos, demonizados, invisibilizados, pueden ser el canal más potente de esa reconexión necesaria, de esa herramienta decolonial y contra hegemónica que nos reivindique como pueblo afrosoberano para unir destinos de derechos humanos respetados y reparados.
Uruguay es portador del Ubuntu universal africano y estamos para colaborar.
Porque donde hubo dolor, hoy debe haber alianza.
Y donde hubo silencio, debe haber voz.
Susana Andrade
Descolonizar las palabras para cambiar la Historia
La historia oficial —esa que aprendimos de memoria y repetimos como dogma— no fue más que una maquinaria narrativa al servicio del poder. Una historia escrita por los vencedores que legitimó invasiones, esclavitud, saqueos y crímenes contra la humanidad, bajo la apariencia de “civilización”. Esa historia también se construyó con palabras. Palabras que aún hoy arrastran sentidos coloniales, jerárquicos y supremacistas.
Una de las herramientas más eficaces de la colonización fue el lenguaje. No solo se impuso una lengua, sino una manera de nombrar y de ver el mundo. Lo que no se nombraba desde ese modelo, no existía. Lo que se nombraba “desde afuera”, era inferior, bárbaro, profano. Y así, las religiones de los pueblos originarios y afrodescendientes fueron etiquetadas como “paganismo”, “idolatría” o “superstición”, mientras que la religión católica —traída por los colonizadores— se instaló como la norma, la medida de lo sagrado.
Hasta hoy seguimos atrapados en esa lógica. Hablamos de “religiones históricas” como si solo las creencias impuestas por las monarquías europeas tuvieran legitimidad en el tiempo. Pero nuestras espiritualidades también tienen historia: una historia negada, silenciada, perseguida. Una historia que fue interrumpida por la violencia colonial, pero que no murió. Hablar de religiones históricas es perpetuar la idea de que hay creencias con más derecho a existir, a ser respetadas o institucionalizadas. ¿Por qué no decir, en cambio, religiones dominantes, de matriz imperial, o tradiciones impuestas por el poder?
Cuestionar las palabras no es un juego semántico, es un acto político. Nombrar de otra manera es resistir. Es volver a existir.
Palabras como profano, secular o ecuménico siguen siendo categorías nacidas del cristianismo europeo. Incluso cuando pretenden incluir o dialogar, lo hacen desde un centro que sigue siendo el mismo. ¿Qué lugar queda entonces para las espiritualidades que no separan lo sagrado de lo cotidiano? ¿Para los pueblos que no dividieron nunca entre templo y tierra, entre lo divino y lo humano?
Proponer términos como espiritualidades diversas, religiones no hegemónicas, saberes de raíz ancestral o nombrar directamente nuestras prácticas (Umbanda, Candomblé, espiritualidades andinas, mapuches, guaraníes, afrodescendientes) es empezar a correr ese eje. No será fácil justamente porque es importante. El lenguaje está estructurado para sostener el modelo dominante. Por eso mismo, cambiarlo tiene tanto poder.
Decir que algo es “minoría” también puede ser una forma de reducirlo, de hacer que parezca menos valioso, menos completo, menos digno. No es solo una cuestión de números: es una cuestión de lugar simbólico. Por eso es urgente abandonar esa nomenclatura y empezar a reconocer la riqueza de las espiritualidades que fueron históricamente subalternizadas. Dejar de verlas como “otras” respecto a una supuesta norma, y comenzar a pensarlas en sus propios términos, desde sus propias raíces.
Decolonizar el lenguaje es, en definitiva, descolonizar el pensamiento. Y eso implica revisar cada palabra, cada categoría, cada definición aprendida. Implica dejar de repetir lo que nos enseñaron como si fuera verdad universal, y empezar a construir otra forma de nombrar, y por lo tanto, de existir. No es menor. Nunca lo fue.
Susana Andrade