Los
pueblos latinoamericanos y caribeños de raíz africana y originaria no
festejamos ninguna abolición ni día de la raza por considerarlos una
afrenta a nuestras tradiciones étnicas y su situación social actual,
donde aún somos víctimas de discriminación y racismo institucional y
estructural. Lo mismo pasa con la laicidad, son discursos vacíos que no
vencen la desigualdad porque en la conciencia colectiva todavía existen
jerarquías culturales que traspasan los sistemas democráticos. Mucho
para trabajar, poco o casi nada para celebrar.
No
vamos a entrar en la discusión de sí o no a un símbolo más en un
espacio público porque simplemente tales debates fueron y son ajenos a
la situación de menoscabo social que padecen los cultos afro en Uruguay y
en la región.
Ojalá nuestros problemas se resolvieran con una estatua.
Alguien
sabe que las creencias provenientes de los grupos humanos sometidos
durante la invasión colonialista desde ahí arrastran una problemática
histórica, endémica, real y cotidiana de inserción social, y que nos
confunden con brujería?
¿A alguien le importa?
No
nos escondemos en un pozo todo el año para salir a luz los dos de
febrero en multitudes a las aguas cuando la fiesta de Iemanjá; vivimos,
somos, trabajamos, aportamos, votamos, y cuando queremos hacer el culto
nos sentimos amenazados porque no tenemos templos fastuosos que sean
monumentos históricos, esos que nuestros ancestros esclavizados ayudaron
a construir a fuerza de látigo muchas veces para las tradiciones
religiosas de las clases dominantes que como implantaron todo, también
su fe.
Cualquier
intolerante alegando “ruidos molestos” puede interrumpir nuestras
ceremonias espirituales aunque eso sea delito y a nadie le inquiete.
No
ahorramos millones de pesos en contribuciones inmobiliarias porque la
exención de impuestos a las iglesias para los afroumbandistas es una
risa, ya que nuestros templos son un pedacito de nuestra casa en zonas
periféricas o suburbanas.
Necesitamos espacio material y social.
No lo hay físicamente porque no lo hay en la sociedad.
NECESITAMOS AL MENOS UN SANTUARIO EN LA CIUDAD PARA CONTRARRESTAR EL HOSTIGAMIENTO.
Si
alguien en nuestro país es capaz de pensar y escribir en redes “Te
dieron la oportunidad de ser gente y elegiste ser macumbera”, si alguien incendia un terreiro, estamos eximidos de todo comentario argumental sobre la situación de vulneración explícita de nuestros derechos.
¿De qué laicidad nos hablan? Cuál libertad de cultos?
¿La
que hace nacer en corazones y mentes tal desprecio por la forma de
creer en lo trascendente sólo porque esta sensibilidad proviene de la
cultura afroamerindia?
¿La
que lesionan los telepastores neopentecostales hace décadas cuando
nombran con nombres de Orixás al demonio que dicen combatir?
Necesitamos urgentemente equidad sea donde sea que la encontremos.
En
las leyes, en espacios públicos, en el Estado, en el Gobierno como lo
dictan normas internacionales de acciones afirmativas para con las
religiones afro, objeto reiterado de intolerancia religiosa y exclusión,
por ser parte de etnias sojuzgadas que irremediablemente necesitan
ayuda para lograr la igualdad.
Sólo defendemos el derecho a ser auténticos.
Creemos
en las fuerzas de la naturaleza y en la ancestría que nos brinda
identidad. Creemos en la condición de la gente ser humana, por eso nunca
perdemos las esperanzas.Templo umbandista Pai Xangó incendiado en Rivera - Pueblo Nuevo 4/6/2017 Bomberos manifestaron que la puerta de entrada fue rociada con combustible.
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