miércoles, 10 de noviembre de 2021

Amanda Díaz “Amandita”

Amanda Díaz “Amandita” 

Así es el nombre de quien dejara el pasaje por este mundo terrenal y también espiritual ahora, ayer.
Siempre será en noviembre del año 2021.
Sin decirnos más que todo lo que dijo en vida con su vida, que es muchísimo, contando las historias no contadas con sus hermosos bailes y mensajes candomberos a los que les ponía el cuerpo esplendoroso y la sonrisa eterna.
Ella, la contundente en dulzuras y verdades, la pícara e interpelante al decir “mucha misa mucha misa pero le ponen la caña al santo”, la afroconciente de su espiritualidad ancestral y de la necesidad de igualdad, la respetuosa de los Orixás que la tomaron en sus brazos delicadamente llegada la hora y le susurraban canciones bantúes mientras la llevaban hacia la Luz.
Amandita, nieta, hermana, hija y también madre de muchas luchas y de dos pequeñas crianzas que regaló generosamente a la existencia.
A sus rozagantes treinta y pocos años se fue, dejándonos el vacío enorme del dolor inesperado y un egoísta “por qué”, como si hubiera razones para la muerte o esta guadaña inmortal nos diera cuentas alguna vez.
Y nos quejamos también porque nunca estamos preparados para ese último adiós, es mentira.
Y no sabemos qué decir, y se ahogan las palabras, y nos ahogamos en llanto inexplicable por quien se fue, y también por la bronca que nos da ver a la Parca implacable ensañarse con alguien tan difundidor de razones para vivir como “nuestra Amandita”.
La costumbre y el miedo, hay que decirlo, hace que pensemos ese final más cerca de la vejez y no en quienes regalan juventud y alegría como era el caso de Amanda la del medio del linaje de las “Amandas”, que no por nada el diminutivo diferenciador de intensas generaciones de mujeres afro.
La comunidad negra está de luto.
Aunque sepamos que los legados culturales que dejó su obra no se pierden, que incluso con su partida nos sigue enseñando que hay una vida más allá y más acá de nuestras vidas porque somos una familia ancestral, unida por los orígenes continentales africanos y por los tonos de piel y pies de danza, por el tambor solidario que vibra aún desde el aparente no estar más y llama a los libres en distintos planos a disfrutar de la fiesta de equidad por Isla de Flores o por todas las islas del Universo que se unen en el clamor por la Humanidad de todos los colores.
Descanse tu alma, bruja del amor.
La Mama Vieja más preciosa que haya visto en una chiquilina porque la llevabas en tu espíritu.
Tu imagen será perpetua, portadora de pura África y cadencia.
¡Atotó Abao indiquen el camino astral!
Respeto al ciclo de muerte de la vida y a la cosecha de lo sembrado por un mejor futuro.
Estarás con la Gran Amanda Rorra tu abuela que nos heredó la militancia por los derechos, hoy de los afrodescendientes, la que regala premios que son honor y honra, la que nos impulsó a mirarnos para luego descubrir que no somos negras y negros y sí negritud viva en sus esclavizados, en su diáspora centenaria, en su dolor reflejado en las carcajadas de nuestros tambores desafiantes que son potentes armas afrouruguayas, dueñas de las ganas de vivir y sacudirse la maldad del mundo en cada meneo, en cada toque que revivirá en vos cuando te evoquen.
Gracias por tanto Amandita.
Ayer, te transformaste en eterna.
                                                 SUSANA ANDRADE