Angola es “fuerza” o “soberanía” en lengua kimbundu, y desde esas costas llegaron con la sanguinaria esclavitud siglo XV en adelante, sometidas por el imperialismo europeo colonizador, muchas de las primeras poblaciones africanas bantúes, para conformar junto a los originarios; las raíces de identidad de nuestro territorio uruguayo.
Obviamente también nos mestizamos con la raza blanca del verdugo invasor que primero usurpó, violó y mató y luego, con el pasar del tiempo, también tuvo necesidad de enamorar. Porque arriba los reyes, mandatarios y generales hacen y ordenan hacer las guerras, y abajo; en la eterna y natural búsqueda de paz y bienestar; el pueblo encuentra los caminos del amor como puede y a pesar de todo.
Hoy, flujos migratorios incesantes impulsan a ser proactivos en generar convivencia para mejorar las condiciones vitales y sostenibles del planeta, la casa común; donde es imprescindible la felicidad pública para la subsistencia colectiva, y hay sectores afrodescendientes legendariamente desplazados que atender en forma urgente y focalizada, intentando el tránsito hacia la equidad racial y justicia social.
Con la angolana África nos une el mismo mar llamado Océano Atlántico, similares penurias colonialistas y se dice que fuimos la misma tierra.
Indudablemente tenemos un pasado común de dominio portugués, y nuestros pueblos están hermanados por la historia de dolor de la diáspora esclavista en la triangulación comercial macabra Europa-Africa-Américas avasalladas. Un relato no siempre fielmente contado y estigmatizado socialmente por los colores de piel que detenta la ciudadanía más notoriamente subalternizada de la sociedad, la negritud afrouruguaya o comunidad afrodescendiente, terminología necesaria para no olvidar los orígenes políticos del racismo estructural, derivado de la trata humana invasionista y sus consecuencias tan perennes como criminales.
No es casualidad que Latinoamérica sea la región más desigual del mundo sino tributo al tráfico de personas que como mano de obra esclavizada, forjaron los capitales de los países capitalistas actuales que muchos de ellos nos siguen sangrando por las “Venas abiertas de América Latina” al decir clarísimo del compatriota universal Eduardo Huges Galeano.
Hay responsables de los millones de árboles genealógicos afro cortados brutalmente.
Hay razones ideológicas supremacistas y financieras para las inequidades de este lado del mundo, intereses creados y poderíos económicos occidentales que detentan y sostienen esos privilegios de unos pocos en detrimento de los derechos a la calidad de vida de tantas y tantos, la gran mayoría.
Aunque firmen convenios mundiales, muchas de esas potencias aún mantienen colonizadas tierras ajenas.
Siete veces entra Uruguay dentro de Angola geográficamente hablando, ni qué decir de su densidad poblacional, parte de los 54 países de la riquísima y continental tierra africana, tan mancillada y depredada como exuberante y digna. Madre África con la cual desde los tiempos de los tiempos tenemos lazos consanguíneos, lo que se dice familia literalmente hablando, teoría a la que hoy las ciencias antropológicas agregan conocimientos biológicos de memorias vergonzantes que es importante relevar para que no se vuelvan a repetir.
Compromisos estatales internacionales apuntan a cambiar el presente, revisando el pasado con miras a un futuro de desarrollo equitativo frente a la emergencia de países post coloniaje, víctimas de rezago social endémico aunque se hayan independizado.
Angola y la comunidad internacional llaman a la cooperación global, la solidaridad y la acción conjunta para hacer frente a los múltiples y complejos desafíos del mundo actual.
Pese a eso; el Gobierno de coalición de Lacalle Pou ni bien asumió en el 2021, cerró la Embajada de Uruguay en Angola. Aspiramos a que esto se revierta con mirada progresista en el próximo período, hacen falta estrategias administrativas sólidas para fortalecer y sostener políticas de intercambio exterior real y productivo.
No es cerrando embajadas que se logran.
Una embajada representa al gobierno de un país ante las autoridades de otro país. Sus objetivos principales son representar los intereses sociales, económicos y culturales, y profundizar la relación entre ambos Estados. En este caso, reforzar acciones que consoliden las democracias de ambas naciones y a sus pueblos tan ligados en tantas hermosas manifestaciones y aportes de diversa índole propios del sentir afrouruguayo. Sin ir más lejos como nuestro candombe esencial y espiritualmente bantú, hoy Patrimonio Inmaterial de la Humanidad declarado por Naciones Unidas para la Cultura y la Educación (UNESCO 2009).
Combatir la discriminación racial y los nefastos efectos interseccionales de un sistema racializado, pasa por restablecer una ancestralidad común Sur-Sur vigente en su proyección socio cultural, científica y económica, garantizando derechos humanos fundamentales y asegurando institucionalidad multicultural y antirracista.
Por la salud emocional de la sociedad uruguaya es importante revisar la historia, mostrar verdades ocultadas, y retomar vínculos sólidos con la África diaspórica pues son heridas supurantes por una familia que nos fue segada. Las entrañas de una nación extirpadas violentamente antaño y actualmente por el sistema hegemónico clasista y excluyente neo colonial y desgraciadamente siempre vigente.
Saludamos a la hermana Angola y su independencia tan luchada, haciendo votos para retomar vínculos diplomáticos profundos, contribuyendo así a propiciar las necesarias alianzas que tiendan a la superación de la pobreza y la indigencia, la colaboración para el desarrollo sostenible según agendas mundiales refrendadas por el universo internacional desarrollado atento a los derechos humanos fundamentales.
Angola y su fuerza africana soberana se dispone a realizar celebraciones extraordinarias por sus 50 años de independencia en 2025. Hacemos votos para que se retomen relaciones a nivel Embajada uruguaya en territorio africano, lazo tradicional que nos pertenece por herencia cultural.
Que este aniversario de emancipación que celebramos, sirva para aumentar caminos democráticos comunes, alegrías colectivas y retomar relaciones exteriores amplias y profundas que permitan a la sociedad civil formar también la Casa Uruguay - Angola, un hermoso sueño afrouruguayo como tantos, nacido libre y acunado en las aguas naturales de nuestra madre Dandalunda.
¡Felicidades! ¡Axé!
Susana Andrade
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Coordinación Grupo Atabaque-Federación IFA del Uruguay